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Crónicas de norte a sur en Italia

por: Camila Sanjinés

«Escribir una crónica de viaje es algo que todos deberían hacer por lo menos una vez en la vida. Un diario de viaje te permite recrear mundos que tal vez existieron solo en nuestros sentidos, lugares que acompañan toda la vida y sabores y olores que recorren kilómetros sin perder su esencia».

Escribir una crónica, puede caer en convenciones un poco egoístas. En contar solo lo que pudimos controlar en aquel momento y decorar aquello que no estaba pintado con los colores que más nos gustan. Pero escribir una crónica de viaje es algo que todos deberían hacer por lo menos una vez en la vida. Un diario de viaje permite recrear mundos que tal vez existieron solo en nuestros sentidos, lugares que acompañan toda la vida y sabores y olores que recorren kilómetros sin perder su esencia.

De alguna forma, Italia tiene algo increíble. No importa cuánto llueva o truene, cada balcón lleno de flores, el olor a café al pasar por las pastelerías y las mesas sobre la calle de las trattorias tradicionales te siguen robando el corazón una y otra vez.

A veces parece que la vida consiste básicamente en ir al trabajo de lunes a viernes, hacer la compra de supermercado el domingo por la tarde y ahorrar para una vacación soñada que a veces termina siendo solo eso, un sueño.

Tengo que admitir que mi sueño, a parte del sueño, a las 6:30 de la mañana al esperar el tren, a 7 grados centígrados y a más de diez mil kilómetros de Cochabamba, es una playa y un helado de limón en la mano, porque el invierno y yo, no somos mejores amigos. Pero, aunque las largas distancias, las madrugadas inesperadas y el ahorro que guardo con tanto empeño, a veces me llenan de dudas y miedos, hoy les dejo una lista de como Italia me sigue enseñado que el viaje se trata de abrir nuevos senderos, agradecer lo que dejas en ellos y lo que recibes también.

Que una vez que te subes al auto, puedes terminar en un paisaje toscano lleno de olivos y viñedos, en un ambiente más fresco con pinos y el Monte Blanco de fondo o si te lanzas a la aventura y recorres un poco más de carretera, despiertas con un cannolo y un café de desayuno en Sicilia.

Les dejo un poco de dos viajes inesperados cargados de toneladas de imágenes y momentos que forman parte, una vez más, del mundo libre, sencillo y maravilloso que sé que todavía existe de norte a sur.

Desde el norte

A dos horas de Milán en auto está el Valle de Aosta, lleno de Airbnbs económicos, acogedores y vistas inimaginables. Los senderos para hacer caminatas en la montaña están divididos para los más y menos aventureros y físicamente preparados. Todos valen la pena, y están señalizados en italiano básico y comprensible, tomando en cuenta el frío y la hora a la que se inician estas aventuras.

Cada minuto de caminata se hace con motivación porque no hay forma de ir al norte de Italia y no visitar las aguas termales. Para nosotros el lugar fue QC Terme Pre Saint Didier, perfecto para recargar energía para los dos meses y medio que nos quedan del año.

¿Qué comer? Definitivamente polenta, para sentirse un poco más local y para calentar el cuerpo, especialmente después de estas caminatas
¿Dónde? La Locanda, en Morgex. Dentro de una pequeña gruta a metros de la plaza del pueblo.

Desde el sur

Llegamos a Agrigento como en una película de los años 90, sin Google maps, sin idea de donde estábamos. Sin poder salir a la carretera principal, rodeados de campos de árboles de naranja y encontrándonos frente a frente en calles de una sola dirección con agricultores italianos de película manejando los Ape Piaggio con las primeras placas sicilianas.

Supimos que habíamos llegado cuando el azul turquesa marino se veía a lo lejos y con solo bajar un poco la ventana del auto sentíamos el olor a mar.

Comimos en Il Re di Girgenti, el primero de dos restaurantes únicos e imprescindibles en Agrigento. Con el nombre de la única novela romántica escrita completamente en siciliano por Andrea Camilleri, premiado con una estrella Michellin, no solamente por un ‘pacchero’ inolvidable pero también por la mágica vista desde el balcón hacia los templos griegos iluminados, otro lugar imperdible.

El segundo restaurant es el Sal8, uno de esos lugares surreales donde sientes que entras a otro siglo, por las risas que compartes con cada persona desde que entras, por cada sabor que entra desde que miras los platos e imposible olvidar el sabor del amaro verde pistacho de la última noche de verano.

Agrigento es la ciudad perfecta para perderse en las calles silenciosas un domingo, sentarse a tomar un helado y disfrutar los últimos rayos de sol del verano antes de que se vaya al hemisferio sur.
Y tú, ¿te subes a este viaje conmigo? Te invito un café en el camino, ya sea en el norte o en el sur.

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